El Nacimiento de DRAKO
Un Sueño Forjado en Acero y Pasión
En los pasillos de la prestigiosa escuela de ingeniería automotriz de Barcelona, dos nombres resonaban con la promesa de una revolución: Chadin Kchikeche y Marc Morros. Chadin, un prodigio del diseño con una mente para la estética aerodinámica y una visión de líneas imposibles, y Marc, un genio de la mecánica y la electrónica, obsesionado con la potencia pura y la eficiencia de cada componente. Ambos compartían una pasión inquebrantable por los superdeportivos, pero también una frustración: sentían que el mercado actual, aunque impresionante, carecía de un alma, de una conexión visceral entre la máquina y el conductor.
«Queremos algo más que velocidad,» le decía Chadin a Marc en innumerables noches de estudio, con bocetos esparcidos por la mesa y tazas de café vacías. «Queremos una experiencia. Un dragón que respire fuego en la pista, pero que se convierta en una extensión del conductor en la carretera.»

Fue de estas conversaciones, a menudo hasta el amanecer, donde la idea de DRAKO comenzó a tomar forma. El nombre, elegido por Chadin, evocaba la fuerza, la majestuosidad y la mística del dragón, una criatura legendaria que representaba la perfección en su forma. Marc, por su parte, diseñó el logo: un dragón rojo estilizado, enroscado sobre sí mismo, simbolizando la potencia concentrada y la elegancia que aspiraban a lograr. Este emblema, aunque inicialmente un simple dibujo, se convertiría en el sello distintivo de su ambición.
Los Primeros Pasos: De la Teoría al Garaje Secreto
Con sus diplomas recién obtenidos, y a pesar de las tentadoras ofertas de trabajo de gigantes de la industria, Chadin y Marc rechazaron el camino fácil. Su capital inicial fue la determinación, un pequeño préstamo de la familia de Marc y un garaje alquilado en las afueras de la ciudad, un espacio modesto pero que para ellos era su santuario de la innovación. Allí, entre herramientas y piezas usadas, comenzaron a desmantelar y estudiar cada componente de superdeportivos existentes, aprendiendo de sus fortalezas y, más importante aún, identificando sus debilidades.
Marc se centró en el corazón de la bestia. Experimentó con motores de combustión interna, pero rápidamente se dio cuenta de que el futuro, y la visión de DRAKO, yacía en una electrificación inteligente. No una electrificación total, sino una híbrida que potenciara la experiencia. Desarrolló un sistema de propulsión que combinaba un motor V8 biturbo, ligero y de fabricación propia, con motores eléctricos de alto rendimiento en cada rueda, permitiendo un control de tracción y una distribución de par sin precedentes. Su obsesión por la perfección llevó a la creación de un paquete de baterías de estado sólido, innovador para la época, que ofrecía una densidad de energía superior y una carga ultrarrápida.

Mientras tanto, Chadin esculpía el alma visible de DRAKO. Cada línea, cada curva, cada entrada de aire fue meticulosamente diseñada no solo para la estética, sino para la función aerodinámica más pura. Su objetivo era que el coche pareciera estar en movimiento incluso cuando estaba parado, una obra de arte que cortaba el viento con gracia y agresividad. Utilizó simulaciones de dinámica de fluidos computacional (CFD) de vanguardia para optimizar cada panel, cada ala, cada difusor, asegurando que el vehículo generara la máxima carga aerodinámica sin sacrificar la eficiencia. El interior fue concebido como una cabina de piloto, minimalista pero lujosa, con materiales ligeros como la fibra de carbono y el Alcantara, y una interfaz digital intuitiva que ponía toda la información vital al alcance del conductor.
